La Machosfera "no es un juego para niños"

Eligen a las mujeres como enemigas, son orgullosamente misóginos, convierten la violencia de género en un espectáculo online, adoctrinan a niños y se lucran con ello: esto es la machista, una “bomba de relojería que ya ha explotado”, advierten los expertos.
“Vivimos en una sociedad pornificada, con plataformas digitales sin regulación, donde la misoginia y la violencia contra las mujeres se espectacularizan, se monetizan y se comercializan. Es una bomba de relojería, un problema social que ya nos ha explotado”, enfatiza Maria João Faustino, especialista en violencia sexual.
“Esto no es sólo un juego de niños”, garantiza Inês Amaral, investigadora del Observatorio de Masculinidades del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra.
Según la experta, la misoginia “vende”, al tiempo que propaga filosofías “enfermas y aterradoras”, en un universo donde los hombres comparten “filmes no consentidos de encuentros con mujeres, o incluso vídeos sin nada sexual sobre mujeres, madres, hermanas, incluso hijas”.
“Las culturas digitales reaccionarias y patriarcales” están creando “nuevas generaciones que promueven ideas distorsionadas sobre la intimidad, el consentimiento, el placer mutuo y la igualdad”, afirma Diana Pinto, de la Plataforma Portuguesa por los Derechos de las Mujeres.
Las narrativas mezclan “resentimiento, violencia y nostalgia por un orden patriarcal perdido”, viendo la emancipación femenina como una amenaza.
“En foros, redes sociales y plataformas de streaming proliferan discursos misóginos que promueven una cultura que sexualiza, deshumaniza e incluso responsabiliza a niñas y mujeres de la violencia que sufren”, afirma.
Esta “cultura digital violenta” se ve “potenciada por algoritmos y la monetización de contenidos sexistas, lo cual resulta muy rentable para algunos, sobre todo para las plataformas”, afirma.
El problema de raíz es “muy profundo y tiene sus raíces en muchos siglos de desigualdad y supremacía masculina”, ganando “nuevas vías y dimensiones de impunidad” en línea, señala Maria João Faustino, advirtiendo que es “muy fácil atraer, capturar y radicalizar a los jóvenes” para estos discursos.
La machista “tiene muchos ecos y muchas alianzas” con “la pornografía o la extrema derecha” y “no está sólo en las catacumbas de internet”.
Los misóginos son hombres que comparten nuestras vidas en sociedad, que viven con nosotros, en nuestros hogares, en nuestras familias. Necesitamos reconocer con dolor que son hombres como nosotros, y a menudo hombres a quienes amamos, que son nuestros hijos, nuestros padres, hombres en quienes confiamos —enfatiza—.
Maria João Faustino advierte que el problema es estructural y ha pasado “sin una respuesta preventiva ni un enfoque serio”.
El británico Andrew Tate, autoproclamado misógino, es para estos hombres “una especie de héroe” y propaga discursos “de una violencia atroz y una promoción del odio muy sustancial, consumida por cientos de miles de jóvenes a diario”, denuncia Inês Amaral.
“Los niños no buscan activamente estos contenidos, pero son el objetivo de estas personas”, advierte la investigadora.
Luego, “existe el boca a boca y el consumo de ciertas plataformas, en concreto de juegos, llenos de estas ideas”, destaca, encontrando un “vínculo directo” entre la machista y los movimientos Alt-Right (derecha alternativa centrada en la supremacía blanca) en Estados Unidos.
Se trata de un “problema terrible”, alimentado “por los discursos conservadores de grupos y partidos de extrema derecha, que legitiman un discurso más duro, recurriendo a la violencia y menospreciando el papel de las mujeres”, señala Sandra Cunha, de FEM — Feministas em Movimento.
Tiago Rolino, abogado, gestor de investigaciones y activista, ve el machismo como una “manifestación del sistema patriarcal”, la “cima de la pirámide de privilegios” que “está siempre presente”, bloqueando la “plena igualdad de derechos y oportunidades”.
Las primeras víctimas del machismo son las mujeres. Pero los hombres también lo son. Se suicidan más, padecen más enfermedades prevenibles porque no van al médico, consumen más drogas, cometen más delitos y sufren más depresión, afirma.
Ser “proveedor, valiente, fuerte, físicamente bien formado, disimular emociones, ser mujeriego y exitoso” son los “pilares de la masculinidad que un verdadero hombre intenta conseguir”, pero “nadie los consigue todos”, lo que “genera problemas de frustración” y de recurrir a la “violencia para afirmarse”, explica.
observador